Vivo en el Pas de la Casa desde hace más de veinte años y jamás había visto una degradación tan acelerada del tejido urbano y la convivencia. Al principio pensamos que serían episodios puntuales, casos aislados, pero ya hace tiempo que las corredizas, las cargas en medio de la calle y los intercambios furtivos han pasado a ser la banda sonora del pueblo. No es solo una molestia: es inseguridad cotidiana para la gente mayor, para las familias con niños, para el comercio legal que encaja las pérdidas. Cuando vamos a comprar, a menudo encontramos comportamientos agresivos,
coches con maleteros abiertos, bolsas escondidas, conversaciones a media voz. Los turistas, muchos desorientados, nos preguntan si es una obra de teatro. He visto oportunidades perdidas: restaurantes vacíos, hoteleros que cierran. Además, hay un problema de higiene: basura, cartones y restos de mercancía. Pero lo más grave es la sensación de que alguien lo tolera porque obtiene beneficio. Cuando hablas con policía, te contestan con una cara de impotencia.
Te dicen “sí, lo sabemos”, pero no hay resultados tangibles.
Y cuando salen medidas mediáticas, todo queda en fotos y titulares. Los vecinos hemos intentado organizarnos, recopilar pruebas y filmaciones,
pero a menudo sufrimos reproches o amenazas y no nos sentimos protegidos. No se trata solo dw reducir cartones a la venta, sino de recuperar la dignidad de un pueblo que padece cada día. Si el Govern quiere un plan de choque efectivo, debe ser valiente, incluir inspecciones nocturnas, sanciones a compradores y cierres de locales. También es imprescindible coordinarse con la gendarmerie y crear canales seguros. Mientras tanto, la paciencia de los residentes alcanza límites peligrosos. No pedimos venganzas ni castigos desproporcionados, solo restablecer el orden. Que se investiguen posibles connivencias que dificultan la acción. Cuando llegue el día en que esto termine quizá recuperemos la normalidad, pero si todo sigue igual, el Pas de la Casa será una anécdota triste. Y entonces nadie podrá decir que no se les había advertido.
Del Pas
Vivo en el Pas de la Casa desde hace más de veinte años y jamás había visto una degradación tan acelerada del tejido urbano y la convivencia. Al principio pensamos que serían episodios puntuales, casos aislados, pero ya hace tiempo que las corredizas, las cargas en medio de la calle y los intercambios furtivos han pasado a ser la banda sonora del pueblo. No es solo una molestia: es inseguridad cotidiana para la gente mayor, para las familias con niños, para el comercio legal que encaja las pérdidas. Cuando vamos a comprar, a menudo encontramos comportamientos agresivos,
coches con maleteros abiertos, bolsas escondidas, conversaciones a media voz. Los turistas, muchos desorientados, nos preguntan si es una obra de teatro. He visto oportunidades perdidas: restaurantes vacíos, hoteleros que cierran. Además, hay un problema de higiene: basura, cartones y restos de mercancía. Pero lo más grave es la sensación de que alguien lo tolera porque obtiene beneficio. Cuando hablas con policía, te contestan con una cara de impotencia.
Te dicen “sí, lo sabemos”, pero no hay resultados tangibles.
Y cuando salen medidas mediáticas, todo queda en fotos y titulares. Los vecinos hemos intentado organizarnos, recopilar pruebas y filmaciones,
pero a menudo sufrimos reproches o amenazas y no nos sentimos protegidos. No se trata solo dw reducir cartones a la venta, sino de recuperar la dignidad de un pueblo que padece cada día. Si el Govern quiere un plan de choque efectivo, debe ser valiente, incluir inspecciones nocturnas, sanciones a compradores y cierres de locales. También es imprescindible coordinarse con la gendarmerie y crear canales seguros. Mientras tanto, la paciencia de los residentes alcanza límites peligrosos. No pedimos venganzas ni castigos desproporcionados, solo restablecer el orden. Que se investiguen posibles connivencias que dificultan la acción. Cuando llegue el día en que esto termine quizá recuperemos la normalidad, pero si todo sigue igual, el Pas de la Casa será una anécdota triste. Y entonces nadie podrá decir que no se les había advertido.