EDITORIAL | Cuando la neutralidad depende de la causa: censura con Sánchez, permisividad con Palestina
Artículo de opinión de Joel Picón

Resulta sorprendente cómo se manipula el concepto de neutralidad según convenga. Durante años, hemos escuchado que no se podía opinar sobre Pedro Sánchez ni sobre el Gobierno español porque “la neutralidad” podía verse comprometida. Cualquier crítica podía interpretarse como una injerencia política.
Ahora, sin embargo, una concentración pro-Palestina en pleno centro de Andorra la Vella recibe autorización oficial, pese a que inicialmente el Ministerio del Interior la había denegado por motivos de seguridad y orden público, y será bien recibida por las instituciones de Israel.
El acto, organizado por Acció Anarquista con la colaboración de Habitatge Digne, ha sido motivo de polémica política. Artur Homs, miembro del nuevo partido nacionalista Claror, ha criticado duramente la presencia del líder del Partit Socialdemòcrata, Pere Baró, asegurando que mostrar “orgullo de país” en este contexto equivaldría a apoyar a terroristas. Sin matices ni concesiones.
La contradicción es evidente: durante años, la neutralidad se ha invocado para censurar opiniones que molestaban, especialmente en relación con España. Ahora, cuando la causa se considera “buenista” o está de moda en la agenda mediática, la neutralidad parece desaparecer. Todo está permitido mientras encaje con la narrativa correcta del momento. En ningún caso me refiero a las pancartas de Hazte Oír, sino a críticas surgidas dentro del país hacia influencers que han sido abiertamente críticos con el ejecutivo español.
Este doble estándar evidencia que la neutralidad no es un principio constante ni una regla diplomática, sino una herramienta flexible según conveniencia y tendencias. Las consecuencias son claras: el principio pierde significado, y la coherencia política y mediática queda en entredicho.
En definitiva, el uso selectivo de la neutralidad muestra un claro doble rasero: depende de la causa y de la aceptación social, no de criterios constantes ni de principios sólidos. Y eso, sin duda, merece una reflexión crítica.