‘La voz de los que tienen suficiente’
Artículo de opinión de Joel Picón

Las palabras de Xavier Espot, en una de sus entrevistas más sonadas fuera de nuestras fronteras, han sacudido el debate europeo sobre la inmigración. Con un tono firme y sin concesiones, el jefe de Gobierno afirmó que “la reagrupación es un derecho fundamental, pero no es un derecho ilimitado”. Un mensaje claro: solo los residentes con carácter definitivo y suficientes medios económicos pueden reagrupar a su familia. Los temporeros, en cambio, no.
Esta declaración, que en Andorra puede parecer de sentido común, en España o en Cataluña sería tachada de racista o xenófoba. Y, sin embargo, es precisamente este discurso el que muchos ciudadanos de la Unión Europea reclaman para sus propios países. Las redes sociales se han llenado de clips de Espot con comentarios que lo ponen como ejemplo: “La vía andorrana es la que debemos seguir”, “Todo lo que dice es sentido común”.
Y es que la realidad del Principado es contundente. Espot ha alertado de que el país no puede asumir 100.000 habitantes. Las carreteras ya están colapsadas, la sanidad al límite y los servicios sociales ahogados. El pasado junio, 140 familias argentinas y 200 colombianas tuvieron que abandonar el país por la extinción de su permiso. Muchos de sus hijos estaban escolarizados sin papeles. Y, en paralelo, los precios de la vivienda siguen disparados, lo que hace que retener a profesionales cualificados o atraer talento sea cada vez más difícil. La líder de Andorra Endavant también ha puesto el dedo en la llaga: no se puede alimentar la aparición de “profesionales de las ayudas”. Una alerta que coincide con el análisis de toda la cámara parlamentaria: hay una masificación insostenible. En 2024, se registró una población flotante de más de 14 millones de personas.
Mientras tanto, en Francia, la caída de François Bayrou por la moción de confianza evidencia un malestar creciente hacia la inmigración. En España, en cambio, el discurso oficial sigue siendo el de la acogida ilimitada, a pesar de que los hospitales y el transporte público están al límite. “Podemos ser la ONG del mundo”, ironizan algunos. Pero, como recordaba un usuario en las redes, “ahora ya no hay a dónde huir”.
En este contexto, sorprende la paradoja: mientras Europa dicta directivas en favor de la acogida, son los propios ciudadanos europeos los que reclaman un modelo “andorranizado”. Un modelo con control, con límites claros y con responsabilidad institucional.
Quizás Andorra, con sus particularidades y sus recursos finitos, ha sido capaz de decir en voz alta lo que muchos gobiernos europeos piensan pero no se atreven a verbalizar. Quizás el mensaje de Espot no es de exclusión, sino de realismo. Y quizás el verdadero problema de Europa es que la política ha perdido la capacidad de hablar con ese mismo sentido común.