EDITORIAL | La Purísima, un espejo incómodo del turismo de Andorra

Artículo de opinión de Joel Picón

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por el autor La Veu Lliure
3 minutos de lectura
Publicado el Domingo, 7 Diciembre 2025 - 10:49

El sábado de la Purísima volvió a poner al descubierto una realidad que Andorra conoce, pero que demasiado a menudo prefiere esquivar: el país está al límite de su capacidad. La jornada de ayer fue una demostración contundente. Desde primera hora de la mañana, la frontera sur y todas las rutas de acceso quedaron completamente saturadas por el flujo masivo de visitantes —mayoritariamente españoles— que aprovechaban el puente para subir al Principado. Las colas para entrar al país se convirtieron en kilométricas, y la red vial interior sufrió colapsos continuos agravados por varios accidentes.

La imagen era inequívoca: un país literalmente incapaz de digerir el volumen de vehículos que recibe en días punta. Y el debate, que lleva años arrastrándose, vuelve a emerger con fuerza: ¿hasta qué punto Andorra puede (y debe) seguir apostando por un modelo turístico de gran volumen?

El choque entre intereses: empresarios vs. ciudadanos

Los grandes volúmenes de visitantes son un atractivo evidente para muchos empresarios —especialmente del comercio y la restauración— que llevan años presionando para mantener, e incluso incrementar, este flujo constante de turistas. Pero la realidad cotidiana del residente es otra. Ayer, muchos ciudadanos se vieron, de facto, expulsados de su propia movilidad: ir de compras, desplazarse entre parroquias o, simplemente, bajar un momento a la Seu d’Urgell se convirtió en una odisea.

Este desgaste constante no es solo una molestia: es un indicador de que el modelo actual no es sostenible, ni para la calidad de vida de los residentes ni, paradójicamente, para el propio turista. Porque un visitante atrapado tres horas para recorrer treinta kilómetros no termina marchándose con una buena experiencia. Y un país pequeño no puede permitirse ofrecer una vivencia frustrante como carta de presentación.

A modo de ejemplo, ayer un trayecto Barcelona–Andorra requirió un tiempo similar al que se tarda en llegar de Barcelona a Alicante. Un dato que debería hacer sonar todas las alarmas.

Ticket medio: menos cantidad, más calidad

El Gobierno lleva tiempo señalando la necesidad de un turismo de mayor valor añadido, y es una línea acertada. La alternativa —seguir apostando por grandes volúmenes de visitantes con un ticket medio bajo— condena al país a saturaciones crecientes y a una presión constante sobre las infraestructuras y servicios.

Si Andorra quiere preservar su calidad de vida y, al mismo tiempo, ofrecer un producto turístico competitivo, es necesario aumentar el ticket medio. Esto implica posicionar el país en segmentos de mayor valor, atraer visitantes que busquen experiencias de calidad y no solo compras masivas, y fomentar una oferta más sofisticada y menos dependiente del volumen.

Adaptarse si no se quiere limitar

La otra vía es igual de clara: si algunos sectores económicos no quieren renunciar al volumen, el país debe adaptarse con urgencia. Y esto significa inversiones estratégicas y decisiones valientes.

El proyecto Tramvalira ha dejado de ser una idea lejana para convertirse en una necesidad estructural. Un sistema de transporte moderno es esencial para descongestionar el eje central del país, reducir el uso del vehículo privado y permitir una movilidad interna fluida.

Del mismo modo, la ampliación de un carril más en la C-14 es una actuación imprescindible que ya debería estar en fase avanzada. No se puede sostener un modelo de país que recibe millones de visitantes anuales sin una red vial preparada para absorber los picos de demanda.

Un futuro que exige decisión

Ayer, Andorra vio reflejado su futuro en un espejo incómodo: un país que quiere seguir creciendo, pero que aún no tiene las herramientas ni la estructura para hacerlo sin sacrificar la calidad de vida de los residentes y la satisfacción de los turistas.

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