EDITORIAL | Sin favores ni subvenciones
Artículo de opinión de Joel Picón
Gritos por teléfono, amenazas de denuncia, llamadas de altos cargos nacionales. Esto es lo que hemos tenido que soportar en reiteradas ocasiones desde La Veu Lliure, un medio que no lo ha tenido nada fácil. En primer lugar, por el estigma y la demonización que han querido imponer desde la competencia, fruto de la conformidad con la situación anterior del sector y de dejarse arrastrar por líneas editoriales que, disfrazándose a menudo de transgresoras, en realidad o están pactadas o están vacías de contenido.
El sector de la prensa en Andorra no está controlado por agentes de la sociedad civil ni por empresarios especializados en medios (salvo este diario). Por el contrario, muchos proyectos se impulsaron con el interés de introducir un relato concreto en la opinión pública, especialmente en torno al caso BPA. Todos —y cuando digo todos es todos— tienen más que ver con el sector político que con el mediático. Esto no solo se hace para controlar lo que se publica y contrarrestar determinados ataques, sino también para dirigir la narrativa en asuntos delicados como el Acuerdo de Asociación (por el que todos los medios cobran subvenciones para promocionarlo en positivo), el aborto o los intereses de los grandes tenedores.
Por este motivo, la gente joven parece conectar más con el periodismo que se hace en esta casa: independiente, riguroso y ajeno a los intereses que pretenden condicionar el futuro de la sociedad andorrana. Algunos sobrevaloran al resto de medios, que no dejan de ser redacciones subvencionadas con una falta de profesionalización esperpéntica. De hecho, quien algunos consideran un periodista reconocido no tiene otra cosa que hacer que llamar medio llorando diciendo “me copiáis” (la criatura tiene más de 50 años), para autoconvencerse de que no está ante su final profesional. La gente está cansada de los digitales que se han dedicado no solo a difamar, sino a mentir sobre los implicados en BPA, tanto de un lado como del otro.
Además, existen grupos en Andorra que falsean su identidad real, como expusimos en el caso de un grupo de comunicación que opera con dos marcas para cobrar determinadas subvenciones de la Generalitat, con un método de contratación sospechoso para los redactores. Por no hablar de que forman parte de campañas electorales mientras dirigen dos de los seis diarios del país. El nodo anti-Cierco. No diré más. A ello se suma el desmentido de esta semana por parte de la Policía de Andorra al director de un diario, uno más de una larga lista en pocos meses, fruto de la desesperación de sus ejecutivos por quedarse sin temas y no poder seguir vendiéndose como medio de referencia, cuando hace tiempo que dejaron de serlo. Y por eso la gente joven pasa olímpicamente de la actualidad andorrana.
Desde aquí revelamos el pasado del copríncipe en el mayor escándalo del Vaticano, hemos realizado diversas entrevistas a figuras políticas internacionales y colaboramos con andorranos para que puedan visibilizarse en la medida de lo posible, algo que, por cierto, no ocurre en otros medios. Resulta curioso el argumento de que no somos andorranos para desacreditarnos. Mi pregunta al periodismo andorrano es: ¿quién lo es? Uno es de Manresa, otro de Premià, otro de Reus, y luego critican que no seamos andorranos. Algunos flipáis demasiado rápido sin conocer la historia de los demás.
En el canal nacional, de sus 95 trabajadores, ¿cuántos son andorranos? Con un presupuesto público de seis millones, dicho sea de paso, y recibiendo además otras subvenciones. ¿Cuántos directores de diarios del país tienen padres andorranos? Casi ninguno. Por tanto, a esos detractores: dejad el cinismo y la hipocresía para vuestros pensamientos. En esta redacción somos de hacer bien el trabajo y de invertir donde consideremos oportuno, más aún si es para informar desde un punto de vista menos sesgado a los andorranos y a la gente del Pirineo que nos lee cada día. Y otra pregunta: ¿cuántos trabajadores hay en el resto de redacciones y cuántos en La Veu Lliure? A ellos sí que les sorprende la diferencia.
Por eso, lo que no consiguen en la redacción intentan ganarlo por teléfono, increpando con acusaciones falsas a unos y otros para dividir. Aquí no nos encontrarán, porque, con el corazón en la mano, estáis mucho menos preparados académicamente. Por otro lado, conviene señalar que el nodo cierquista ni siquiera está dirigido por un periodista, sino por un amigo de los propietarios con pasado socialdemócrata.
Valoramos sin prejuicios, sin idealismos y sin demonizar al otro desde la ignorancia. Aquellos que van de progresistas y defensores de los derechos luego protagonizan auténticas mafias para mantener el oligopolio.
El periodismo no es militancia disfrazada, ni sumisión cómoda a un sistema que premia el silencio y castiga la disidencia. El periodismo es hacer preguntas incómodas, contrastar, publicar aunque moleste y asumir el coste que eso conlleva. Y sí, ese coste en Andorra suele ser alto: llamadas, presiones, amenazas veladas o explícitas, intentos de desacreditación personal y profesional. Pero todo eso no hace más que confirmar que vamos por el buen camino.
La Veu Lliure no nace para gustar ni para ocupar un lugar cómodo en el tablero mediático. Nace porque había un vacío, una necesidad real de un medio que no debiera favores, que no dependiera de subvenciones condicionadas ni de llamadas de despacho. Un medio que no jugara a ser crítico cuando conviene y dócil cuando toca pasar factura. Y eso, guste o no, es lo que somos.
No queremos ser hegemónicos, queremos ser honestos. No queremos imponer ningún relato, queremos que la gente tenga herramientas para construir su propio criterio. Y quizá por eso molestamos tanto. Porque un lector informado es un ciudadano libre, y eso es precisamente lo que algunos no pueden permitirse.
El futuro del periodismo andorrano no pasa por más titulares vacíos, ni por más ruido, ni por guerras internas de ego y supervivencia. Pasa por recuperar la credibilidad, la profesionalidad y el respeto intelectual hacia el lector. Pasa por entender que informar no es proteger intereses, sino fiscalizarlos.
Nosotros continuaremos. Con menos medios que algunos, con menos favores que muchos, pero con más libertad que casi todos. Y eso, en un país pequeño pero complejo como Andorra, no es poca cosa.